Bodas de Quimera - Eventos de autor

Esto es para ti, para nosotros, para que como siempre nunca sepamos qué momento, qué instante, ni sepamos qué mirada me trajo a estas letras.
“Érase una vez…” y nunca más, porque nunca hemos sido de cuentos ni de príncipes y princesas. Nunca fuimos de nada, sobre todo de nadie, pero desde el infinito siempre fuimos nuestros.
Mi razón para volver a empezar, para creer en los abrazos, esos que quitan el frío y todo lo demás. El miedo.
Me esperó, no tanto como Penélope esperó a Ulises pero sí suficiente como para que un instante que prometía ser olvidado se convirtiera en leyenda, como para que la lluvia, esa que irrita los meses de invierno, sea nuestra mejor aliada desde el momento que me dijiste dame un beso.
Y se lo di. Esporádico, irreal, insospechado y a la vez intuitivo, de un futuro lejano que ahora se nos presenta en breves recuerdos, intensos, concisos, alguna vez soñados.
Y recuerdo esa noche como si fuese ayer, esa cara de niño. Y recuerdo tu mirada clavada en mi, tormenta azul esperando un beso de vuelta.
Mi historia, sí, se podría resumir en un par de niños adolescentes, ¡qué jóvenes!, pero todos sabemos que no es así. Es otra forma de latir, otro modo de sentir.
Ese día creé un nuevo espacio interior, en mi alma, en mi mente, sencillamente en mi mundo, para ti, para nosotros. Esa noche detuve el tiempo para mirarte, para grabarte aquí dentro.
Pero sabéis que, no hacen falta los recuerdos, sólo momentos, precisos e inocentes instantes para moldear nuevas historias, para que el mundo se llene de “Érase un vez…”.

Hace algún tiempo estaba con unos amigos en un parque de nuestra ciudad, estábamos hablando sobre otro amigo que lo había dejado con su novia, de repente un señor mayor que se encontraba en el banco de al lado, se dirigió hacia nosotros y con voz contundente nos dijo que no teníamos ni idea de lo que hablábamos.

Aquel viejecito había estado escuchando nuestra conversación, en ella la mayoría opinábamos que se estaba bastante mejor solo, que con una pareja, ya que cuando estas en pareja eres menos libre y la rutina acaba por apoderarse de la relación.
Yo por aquel entonces también opinaba así, pero la historia que nos contó me hizo reflexionar, sobre todo aquello. Esta es la historia que quiero contar y aunque no sea mía, espero algún día poder tener una gran historia que poder contar, yo también.
El defendía que realmente existe el amor verdadero y que él lo sabía, porque lo había vivido.
Nos contó su historia, no recuerdo sus palabras exactas, aunque su mensaje me sigue haciendo reflexionar algunas veces, a día de hoy todavía.
Nos empezó a contar, que él se casó hace unos 50 años, y que una mañana de domingo su mujer se levantó a hacerle el desayuno, como solía hacer todos los domingos, una tostada de pan con aceite y café con leche creo recordar que era, de repente oyó un golpe fuerte, y cuando bajo a ver qué pasaba se la encontró en el suelo tirada, como pudo la subió al coche y condujo a toda velocidad, pasándose semáforos en rojo y arriesgándose a un accidente,

Por desgracia cuando llego al hospital, ya era demasiado tarde para Rosa, falleció de un infarto.
El hombre nos contó que durante el entierro mantuvo la misma cara inerte y que después lloro como nunca en su vida.
Pero esa misma noche durante la cena, con el resto de sus hijos y familia, recordando anécdotas de su mujer, les dijo que le llevaran de inmediato al cementerio.
Sus hijos al principio le debieron tomar por loco, por cómo nos lo contaba, ya que era muy de noche.

Pero levanto la voz, y les dijo "No discutan conmigo, por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa durante más de 50 años"



Cuando llegaron consiguieron acceder al cementerio, y estando allí con sus hijos delante de la tumba de la que había sido tanto tiempo su mujer, les dijo: “Saben... fueron 53 años, nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer".

Hizo una pausa, y se limpió las lágrimas de la cara. "Ella y yo, estuvimos juntos en aquella crisis. Cuando me echaron del trabajo...", "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de veros a todos terminar vuestras carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de los seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y nos perdonamos nuestros fallos... Hijos, ahora se ha ido, y estoy contento
Y ¿Saben por qué?
Porque se fue antes que yo. Ella no tuvo que vivir la agonía y el inmenso dolor de enterrarme, de quedarse sola aquí, sin mí. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto, que no me hubiera gustado que sufriera...".

Después se abrazaron todos y se fueron a casa. Aquel señor nos dejó a todos un poco descolocados, todavía muchos días me acuerdo de aquella historia, y quizá esta no es mi historia, pero creo que era necesario contarla y espero que cada persona, al final de sus días, también pueda tener su gran historia que contar.
Según decía, si ves pasar al amor de tu vida, no lo dejes escapar por nada del mundo.

Tengo 50 años y después de 6 años y medio, me he reencontrado con una persona que conocí hace años. Empezamos después de un año y medio y aunque es una persona muy educada y muy caballero. Al cabo de un mes después de tener una relación bastante intensa, me dijo que no estaba seguro, que no sabía si existía suficiente feeling entre nosotros.
Hubo una segunda oportunidad y fué mas de lo mismo, algo maravilloso durante un mes y al finalizar el mes me dijo que no veía que yo tuviera detalles, puesto que para él, lo mas normal era que después de salir a cenar, se tuviera que quedar en mi casa. Yo no me lo tomé bien, y decidí cortar con él. Mis sentimientos empezaron a enfriarse, pero al final decidí tener una ultima conversación con él para saber lo que sentía.
Lo que fué una cita para aclarar mis ideas, se convirtió en una nueva oportunidad. Empezamos de nuevo y esta vez yo me he abierto mas a la relación. Anteriormente hubo sexo entre nosotros, pero ahora se ha convertido en algo muy intenso. Ahora ya no me corto, y si tengo que llamarle yo, no tengo ningun problema.
Noto que por mi parte estoy mucho mejor, por la suya veo frialdad, aunque aparentemente está muy bien conmigo.
No desaprovecha la oportunidad para decirme que no quiere hacerme daño y que no siente todo lo que tiene que sentir, que le gusto mucho, pero que tiene mucho miedo a no poder dar lo que yo espero de él.
Yo me estoy enfriando mucho, puesto que estoy poniendo toda la carne en el asador,
Noto que aunque me encanta el sexo, estoy llendo deprisa puesto que prácticamente cada vez que nos vemos acabamos acostándonos.
Se que por mi edad no debemos esperar, pero tengo miedo de que pierda ilusión conmigo por actuar de esa forma.

Érase una vez …. una sencilla historia de amor, una historia de amor entre dos personas que 30 años depués aún caminan de la mano. Treinta años de risas, llantos, esperanzas y decepciones. Treinta años de enfados y reencuentros, de sueños, deseos y añoranzas. Treinta años de vida juntos. Treinta años de un gran amor.

Se observaban en la oscuridad. Habían creado su propio mundo sin que nadie lo supiera, sin que ellos mismos lo supieran. Inocentemente una noche se pidieron un cigarro (es algo chavacano, pero ellos entienden la profundidad de ese momento). Se miraron. Se intuyeron. Se sintieron. Sabían que algo había nacido y nadie podría ya pararlo.
Paso el tiempo. E inevitablemente la vida misma les unió. Hablaron. Se comprendieron. Y se sintieron más que nadie en este mundo. En ese momento comprendieron que lo que venia iba a crear un vinculo inmortal que iba a perdurar en ellos.
Era una historia furtiva. Eran como la princesa prometida y su amor. Era "amor verdadero". Ese amor del que hablan las canciones, del que hablaban las películas antiguas. El era un sufridor. Ella era una aventurera. El uno enseño a amar de verdad al otro.Lo que les unía también les desunía. Pero siguieron para adelante sin importar nada de lo que les rodeaba. Y vivieron el verano del amor. Normalmente los amores de verano se acaban en septiembre. Pero este continuó. Y si siguen viviendo un romance de amor del que saben que da igual que cualquier tormenta no podrá con ellos. Un verano continuo. Camilo y Elsa viven un su verano continuo. Su vida es su verano. Su amor es su verano.Y siempre vivirán en su universo paralelo.

La lluvia nos acompaño el dia de nuestra boda, pero a mi no me importaba.
Gracias a la lluvia nos conocimos. Ambis viajabamos en el mismo tren y al llegar a nuestro destino llovía torrencialmente, era una tormenta de verano, sin paraguas ni ropa de abrigo decidi, bastante contrariado, esperar en la estación a que pasara el aguacero y así sin darme cuenta empezamos a charlar.
Recuerdo, los cristales empañados, tu risa, la gente corriendo por la calle, tu pelo negro, el viento moviendo las hojas de los árboles, tu baca...Recuerdo, que ya no quería ya no quería que dejase de llover.

Fue en pueblo con mar una tarde que estabas de boda,...es bonito que nuestra historia comience como una canción, pues si fué en una boda, tu la invitada mas linda de la fiesta y yo..el cantante de la orquestina del evento, que no podia apartar mis ojos de ti y no sabia que hacer para acercarme a esos ojos que habian dejado sin luz al faro de Suances, pero tenia que intentarlo, y desde el micro muy nervioso me dirigí a ti,y te dedique una canción, sin darnos cuenta empezó a surgir la maguia del amór a los veinte años,alguna mirada , alguna sonrisa y la casualidad que la chica que te acompañaba era amiga del guitarra de la orquesta, dos años despues te volví a cantar nuestra canción, pero ya en nuestra boda, y esa misma canción te la sigo cantando pero solo para tí, y con el paso del tiempo pues ya paseamos nieto, me he dado cuenta de que te mereces que retoque un poco la letra, que contenga más te quieros,màs abrazos, mas caricias, màs lo siento, màs hoy estás muy guapa, màs princesa,màs besos,màs ternura,..mas lunas de miel. le doy gracias a la musica por haberme acercado atí, y juntos haber descubierto lo bello que es vivir.

Érase una vez… es así como empiezan las historias en los cuentos, érase una vez un chico y una chica que se conocen y se enamoran, seguro que también así empiezan la mayoría de las historias de amor, pero que estas se conviertan en historias de cuento es más difícil, algunas terminan antes de haber empezado y otras no terminan pero están vacías de amor y llenas de desgana.

Encontrar a esa persona especial que existe solo para ti y podrá hacerte feliz, no es fácil, mantener la ilusión al cabo de los años, es algo que a menudo olvidamos.

¿Por qué será que damos tan escaso valor a las cosas que de verdad importan en la vida?

Corría el año 1998 y el calor en Venezuela se sentía más intenso, porque el país estaba sumergido en plena campaña para las elecciones generales. Yo trabajaba en el equipo de uno de los candidatos y estaba concentrada al 100% esforzándome porque ganara mi jefe. Recorríamos el país con reuniones en cuanta localidad había en el mapa. A cada pueblo llegábamos en avión y luego el candidato lo recorría galopando a caballo acompañado de los simpatizantes locales y de un equipo de apoyo formado por jóvenes jinetes que recorrían toda la geografía nacional. En uno de tantos pueblos se cruzaron nuestras miradas después de una cabalgada con el candidato. En una distendida reunión a pesar de mi interés por sus ojos verdes y su rostro varonil, mi compromiso con el país me hizo salir corriendo. Pero el destino nos hizo encontrar muchas veces más. Luego de perder las elecciones, tiempo después abordando un nuevo reto electoral, el destino nos juntó para trabajar nuevamente defendiendo nuestras ideas políticas. Esa oportunidad sin caballos ni distracciones fue perfecta para irnos conociendo. Los encuentros políticos se tornaron en personales, gozábamos compartir nuestros ideales de país y de nuestros gustos personales. Meses pasaron, las visitas y encuentros se sucedían, se disfrutaban a la par que crecía el afecto y la pasión. La distancia física siempre estaba presente pero a pesar de ella, el joven y apuesto jinete no pudo aguardar a mi regreso de un viaje y me pidió telefónicamente que me casara con él estando separados por unos 2200 kilómetros. Desde ese momento nunca más ha habido distancia ni física ni emocional que nos separe. Ya van 14 años de alegrías, retos, compromisos, creciendo y soñando juntos. El tiempo transcurre rápidamente y nos exige aprovechar al máximo cada segundo para poder disfrutar la familia que juntos hemos formado junto con nuestros 3 hijos.

No podía evitar pensar en él, constantemente me sorprendía recordando algún momento del día en que él estaba presente, pero no podía enamorarme de este hombre ¡no!

La imagen de la foto que tenia en su despacho junto a sus hijos y su mujer me atormentaba constantemente cada vez que me sorprendía recordando algún detalle sobre él, su voz, su risa y su forma de caminar me tenían aturdida, embrujada, pero no, no podía enamorarme de un hombre casado.

Yo era una mujer libre y alegre con muchas oportunidades de encontrar el amor si ataduras, sin dañar a nadie.

Por eso pedí el traslado, trabajar con él día a día, era demasiado duro para mí, sin embargo la distancia no facilitó el olvido,

Tarde más de dos años en volver de visita a mi antiguo trabajo, pronto descubrí que la foto de familia había dado paso a una imagen de sus hijos solos en un gran parque, otra vez me visitaron los fantasmas del pasado, la nostalgia y el dolor por un amor imposible.

Cuando ya me iba el acudió a mi encuentro, me miro fijamente para decirme ahora soy libre y te estoy esperando, te he esperado toda mi vida.

Sentí en mi interior un gran desgarro, que podía hacer ahora, como iba a decirle que yo acababa de casarme. Es curioso como a veces la vida se empeña en negarnos la felicidad.

Pasaron muchos años de soledad, incomprensión, desilusión y anhelos, hasta que al fin ahora que peinamos canas podemos pasear nuestro gran amor libre e indestructible.

Siempre me gustaron los recreos, entonces podía verte, observar como tú… ajena a mí, te divertías con tus amigas, después llegó el instituto, pero tú… ajena a mí, te fijabas en los chicos de segundo.

La universidad nos separó, pero tú… ajena a mí, ni siquiera te diste cuenta.

Fue muchos años después, aquella tarde de lluvia, cuando me viste por primera vez, eras tú de nuevo y esta vez me mirabas y me sonreías cuando me atreví a preguntarte tu nombre.

Y hoy estás aquí, conmigo, tú… enamorada de mí, y dispuesta a compartir tu vida conmigo.

Cuando Robert tenía 18 y Marian 17 se conocieron en una playa del sur de España. Marian pasaba sus vacaciones de verano con sus tíos y estaba sola y sin amigos. Poco a poco fue haciendo amigas de su edad, a las que veía casi todos los días en la playa. Un día un par de chicos alemanes se acercó y todos juntos empezaron a quedar casi todos los días. Formaron un grupo muy divertido. Quedaban después de la playa para ir a la ciudad y pasear, ir al cine al aire libre, bailar. Marian era consciente de que le gustaba a Robert, y a ella le gustaba él, pero no le hacía mucho caso. Pensaba que pronto acabarían las vacaciones y no quería dejarse llevar por sus sentimientos y después sufrir con la separación.
Todo eso ocurrió hace muchos años.
Un día, hace poco, Marian estaba en su trabajo, en el despacho. De pronto, en la pantalla del ordenador apareció el aviso de un nuevo correo electrónico. Llegaba del director de una revista en la que ella había publicado un artículo. El director le contaba que le había llegado un mensaje de alguien que deseaba ponerse en contacto con ella. Alguien que había visto el nombre y apellidos de Marian en las páginas de Google, en una entrada en relación con la publicación de la revista, y que pedía, cortesmente, que le facilitaran entrar en contacto con ella, si ella daba su permiso. Marian le dijo al director de la revista que no había problema en darle su dirección de correo electrónico a esa persona. A los pocos días recibió un correo en el que alguien escribía: "Si para tí el recuerdo de una playa de Cádiz significa algo, por favor, respóndeme a este correo. Tan solo te pido que me confirmes que eres tú, que sigues ahí, porque yo no te he olvidado". Estaba firmado por Robert.
A Marian le dio un vuelco el corazón y sintió ganas de llorar. Recordaba a aquel chico en el que no había vuelto a pensar, con un dolor intenso. Revivió la emoción de un amor no vivido. Decidió que le respondería.
Esto sucedió hace cuatro años.
Hoy los dos viven en Berlín. Se adoran. Robert tiene 60 años y Marian 59.

Ella era una leona, tanto en la guerra como en el amor,era una experta en montar pollos y no se cortaba ni un pelo a la hora de hablar , tenia su punto de locura, su frescura hablando, un poco niña si, con su dulzura y antipatía propia, pero distinta.Se enojaba con todo pero cuando se reía podía llevarme horas y horas viendo su sonrisa, no me cabe duda de que en nuestro tiempo juntos no supo muy bien como ser feliz y lo intentaba.

Siempre pensaba en mi, en nuestro futuro, tenía pocas cosas buenas pero las que tenía no suelo verlas como características en muchas tías, porque en el fondo no tenía malos sentimientos, ni iba con segundas intenciones.

Yo la quería muchísimo ,ha sido la única por la que he hecho cosas que pensé que nunca haría pero para ella nada era suficiente,quizá no le dí lo suficiente.Ahora siento que nadie me querrá como ella, siendo como yo soy.

Era tan difícil y tan rebelde joder.Ahora lo entiendo... Me imagino que quería seguir adelante por un camino más limpio.

A pesar de su fría cercanía, y de los mares embravecidos que eran sus ojos, el colibrí se enamoró de la montaña.
La verdad no sé cómo empezó todo. Fue como enterarse de que estás en las arenas movedizas cuando ya te llegan hasta el cuello. Empezamos a enredar nuestros sentimientos sin darnos cuenta. Me encontraba sonriendo por las mayores tonterías, y las famosas mariposas del estómago se extendían por todo mi cuerpo. Y todo sin que tú lo vieras, muchos se habían dado cuenta excepto tú: yo soy muy transparente, y tu muy ciego, ¿de verdad no te dabas cuenta?

Acabamos siendo amigos. Un día, como otros tantos, nos encontrabamos tumbados en la hierba buscando algo que imaginar en un cielo impecable. Y del silencio salió un impulso, te giraste, me miraste, y con un solo beso me demostraste que yo también había estado ciega.

Al cabo de un año me mudé,y no pude volver a verte. Seguí estudiando en el extranjero, logré éxito en el mundo de la biología. Un día decidí volver a España. Y en el parque en el que atrapamos nuestro primer beso, había un hombre de 30 años con ojos como mares embravecidos. Ambos nos reconocimos.

Todo comenzó gracias a una amiga..Vivía en Ciudad Real y nos conocimos cuando ella vino a veranear a Cantabria. Hicimos buena amistad y luego fue a visitarla en diversas ocasiones a alli. Me presentó a su hermano, quien se acababa de separar y ahí comenzó nuestro historia de amor. Ahora mismo estamos felizmente casados con 2 niñas. Llevamos 7 años juntos y gracias a mi amiga María encontré la felicidad.

Erase una vez, bueno no, mejor erase hace mucho tiempo cuando conocí a un chico sin quererlo ni beberlo, yo pasaba esa mala racha en la que tus amigas te animan a salir y te aseguran cada día que “el hombre de nuestra vida aparece cuando menos te lo esperas”…Cosa que yo no creía a ciencia cierta, ya que era verano y los madrileños se paseaban por la ciudad a diestro y siniestro, así que como para no pensarlo. Sin embargo un día recibí una petición de amistad en Facebook, porque ahora lo de pedir la mano e ir en tu búsqueda a casa de tus padres , mientras el padre de la susodicha te recibe mientras limpia un arma de fuego, ya no se lleva. Ese hecho no cobró importancia hasta un viernes, de esos en los que tocaba subirme el ánimo y salir con mis amigas y mis mejores galas incluidas de fiesta, cuando de pronto reconozco una cara y me acerco a preguntar si era él el de la petición de amistad. En ese momento una voz que provenía de atrás me contesta “no, ese soy yo” (era su hermano muy parecidos a Manuel pero con la diferencia de la altura, que en la foto de perfil no se calcula bien), a partir de ahí nuestras conversaciones en Facebook comenzaron a ser seguidas, al igual que los piropos o ganas de quedar por ambas partes. Él era un chico deportista, así que un día decidí decirle que me enseñase a jugar al golf y lo que pareció una propuesta en el aire, se llevó a cabo por su insistencia y me llevó a jugar, aunque no se me diese muy bien. El chico mostró mucha paciencia conmigo y tuvo el detalle de traerme unos guantes rosas de regalo. Ese fue el primero de muchos días felices juntos, sin embargo a veces las cosas no van como uno quisiese, llegan las diferencias entre ambos, los enfados tontos, y cuando te quieres dar cuenta, abres los ojos y te das cuenta de que ya no está, pero al cerrarlos lo ves en todas partes, sobretodo en tus sueños. Pocas veces he querido de esta manera y de algo si estoy segura que siempre me acordaré de este amor tan grande y me despertaré buscándole y preguntándome donde estará.

Sus ojos verdes me hechizaron, me embrujaron, no podía dejar de pensar en ellos, no sabia como acercarme a ella, como decirle cuanto me gustaba, que pensaría de mi, ¿me habría visto siquiera?

Ahora sus ojos verdes miran llenos de emoción mientras responden “si quiero”, y yo sigo hechizado…

Bajaron la potencia de las luces y se oyeron risitas timidas, empezó una canción suave y unas cuantas parejas nerviosas que no se atrevían ni a mirarse a los ojos se pusieron a bailar -algunos con cierta torpeza. Se respiraba ese encanto del primer amor, era una noche mágica. Y ahí, sí, conmigo, ahí estaba Juan, ofreciéndome su mano y con ella el baile más bonito de mi vida. Parece cosa de cuento de hadas que 7 años después la misma mano se tienda ante mí invitándome a bailar el que será mi primer baile de casada. Te quiero, Juan, desde aquel baile de instituto en el que no éramos más que unos críos.

ÉRASE UNA VEZ...un día en el trabajo un chico me dijo..."Tú y yo, vamos a tener problemas" en ese momento no entendí nada, pero día a día se fue acercando a mi. Con su humor que yo no entendía. Pero al llegar Sant Valentín, me regaló una flor y me sonrojó.
Un día tuve un percance trabajando y me mojé entera. Cuando me vió, me dijo:" No te toco ni con un palo" ese día entendí su humor, porque al escuchar sus palabras noté que necesitaba que me abrazara, y en la intimidad, así lo hizo. Entendí su humor y que estaba por mi. Él me enseñó que se puede querer lo que no vés!!!
Después de tres años, nos casamos el próximo Septiembre!!!

Erase un ve una tarde de verano...

Recuerdo el día en que te conocí, sobre todo recuerdo como nos miramos, como nos descubrimos… por que a pesar de conocernos desde niños y de haber crecido juntos, nunca hasta esa tarde te había visto, formabas parte de mi vida sin más, solo cuando volviste de estudiar y te encontré paseando por la playa me di cuenta de que tenias una preciosa sonrisa y unos impresionantes ojos y que lo único que deseaba era que fueras mía para siempre.

Erase una vez una tarde de verano, una hermosa playa y la chica más bonita del mundo caminado hacia mi encuentro.

Érase una vez, un chico y una chica que estudiaban la misma carrera.
Al principio ni nos fijamos en la existencia del otro, pero un día empezamos a hablar, a conocernos, a reírnos juntos y ahí empezó nuestro cuento.
Nos hicimos inseparables y pasábamos casi todo el día juntos. A los 6 meses nos fuimos a vivir juntos y a los 4 años nuestra boda de cuento se hizo realidad.
Qué más se puede pedir? Encontrar a tu compañero de viaje perfecto y ser inmensamente feliz a su lado.

Érase una vez una casualidad. Era pequeña y quería brillar, quería cambiar el mundo y hacer cosas grandes. Quería ser recordada, pisar fuerte y dejar huella.
Su tatami de judo se situaba a poco más de un par de metros de mi tapiz de gimnasia rítmica. Fui a ese polideportivo tres días a la semana durante ocho años y, no fue hasta el último año cuando me fijé en él. Le miraba con lo que puede llamarse "disimulo" cuando tenía algún momento de descanso. Cuando me marché de ese pabellón por última vez no sabía ni su nombre. Y fue él quien me buscó a mi. Guille, se llamaba. Sin volver a vernos, llegué a quererle con tanta fuerza que dolía. Pasaron meses y un día inesperado que me buscó para entregarme una carta.
La primera vez que le vi yo tenía 15 años. La primera vez que me besó, tenía 17. Ahora tengo 20 años, y aquella fue la casualidad más increíble que se ha cruzado en mi camino.

¡Me tiemblan hasta las pestañas! Me está mirando, seguro... ¿lo hace? ¿me mira a mí? ¡Ay! ya ni lo sé. No controlo mi cuerpo. Algo me arrebata la capacidad de pensar y el poco orden que quedaba en mí ahora corre detrás de unos ojos que ni si quiera sé si me miran. Qué desastre soy, una miradita y ¡hala! hormonas revolucionadas. Pero supongo que era de esperar, cada vez que lo veo toda una Via Láctea se expande desde la punta de mis orejas hasta la planta de mis pies.

Erase una vez una historia de amor que nació entre mi chica Ana y yo en una cena de amigos. Eramos un grupo de amigos que jugábamos semanalmente al fútbol y quedamos a cenar. Es ahí donde nos conocimos, en una mesa al fondo del mismo restaurante surgieron diferentes miradas que hicieron que saltaran las chispas, sobre todo en mi caso ya que me impacto desde ese primer momento, esa primera mirada. Uno de mis compañeros se percató de la situación y fue quien ayudado con sus 3 copas de vino me presentó a la mujer de mi vida. Nos fuimos los teléfonos y comenzamos a charlar diariamente y fue a las 2 semanas cuando quedamos para ir a cenar y poco a poco fuimos cogiendo la confianza necesaria para que a día de hoy nos estrenos planteando el casarnos. Una historia sencilla pero que quería dejar constancia para decir desde aquí que a la mujer que más quiero lo vea. Gracias por darme esta oportunidad y enhorabuena por la campaña que estáis realizando tan original.